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jueves, 5 de febrero de 2015

Parte VIII: Kuillur y Duciru Derriban el Árbol de los Peces

EL  AICHA YURA

 Cierto día los mellizos Kuillur y Duciru fueron de visita a la casa de Mangla para solicitarle comida. Este les brindo chicha y chonta, de yuca y algunas frutas del monte. Cuando al tiempo de haber caminado un buen trecho entre conversas, los gemelos se fijaron que en una esquina del tambo había algunas escamas de pescado. Indagaron sobre el lugar de la pesca y Mangla les indico que en una quebrada cercana, con ishinga y wami en mano se dirigieron hasta el lugar. Ya en la quebrada no encontraron nada. Kuillur y Duciru propinaron una larga paliza al mentiroso hasta que declare la verdad. Ya casi moribundo les narro que por las montañas de los Guacamayos crecía un árbol tan grueso y gigante que en su copa soporta una laguna poblada de miles de peces, animales y aves.
Los visitantes presionaron para que los lleve hasta el lugar exacto donde crecía el maravilloso árbol.
Mangla y los gemelos iniciaron la marcha. Recorrieron chaquiñanes, sortearon pantanos, vieron una gran boa dormida; manchas de zuro se incrustaron en sus ojos. El frio se hacia mas intenso. Por fin llegaron al sitio donde se erguía el gigantesco árbol.
Los gemelos ayunaron y bebieron ayawaska durante tres días para descubrir la forma de derribarlo. Nada vieron en este viaje hacia lo misterioso y sobrenatural.
Pidieron ayuda a los animales. Trompeteros, paujiles, guatusas, pajaros carpinteros, quindes y armadillos trabajaron hasta el agotamiento en largas jornadas de sol a sol. Los turnos eran seguidos y sin periodos de descanso. El tronco fue limpiamente cortado… pero el árbol no caía.
Un garrapatero que por allí pasaba se a cerco a un gemelo y le informo al oído que el misterio no está abajo sino arriba. Graznando esto se elevó ante una estela de luto.
El gemelo tomo un brebaje de hojas y raíces acompañado de unas cuantas palabras mágicas se convirtió en “taula chupa” ardilla de inmediato trepo a la copa del árbol ya arriba quedo sorprendido ante una hermosa laguna.
Un bejuco que sobresalía del centro de la laguna subía vertical hasta el infinito.
Inmediatamente la ardilla se lanzo al agua; nadó ágil y rápidamente hasta el bejuco y con sus afilados colmillos lo corto sin gran esfuerzo.
El árbol cayó al suelo.
El agua de aquella laguna se desparramo por doquier. Algunas piedras se partieron y los peces nadador en las vertientes naturales que buscaban un cauce permanente.
Las aves y toda clase de animales se refugiaron en la selva, allá donde los ríos se hacen anchos y navegables.


Autor: Extraído  del libro “Cuentos y Leyendas de Napo” 1993

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